Libro del Renacimiento
En el siglo XV se dieron dos innovaciones tecnológicas que revolucionaron la producción de libros en Europa. Una fue el papel, cuya confección aprendieron los europeos de los pueblos musulmanes (que, a su vez, lo habían aprendido de China). La otra fue los tipos de imprenta móviles de metal, que habían inventado ellos mismos. Aunque varios países, como Francia, Italia y Holanda, se atribuyen este descubrimiento, por lo general se coincide en que fue el alemán Johann Gutenberg quien inventó la imprenta basada en los tipos móviles de metal, y publicó en 1456 el primer libro importante realizado con este sistema, la Biblia de Gutenberg. Estos avances tecnológicos simplificaron la producción de libros, convirtiéndolos en objetos relativamente fáciles de confeccionar y, por tanto, accesibles a una parte considerable de la población. Al mismo tiempo, la alfabetización creció enormemente, en parte como resultado de los esfuerzos renacentistas por extender el conocimiento y también debido a la Reforma protestante, cuyos promotores defendieron la idea de que cada uno de los fieles debía ser capaz de leer la Biblia e interpretarla a su manera.
En consecuencia, en el siglo XVI, tanto el número de obras como el número de copias de cada obra aumentó de un modo espectacular, y este crecimiento comenzó a estimular el apetito del público por los libros.
La imprenta llegó muy pronto a España, y se supone que el primer libro español se imprimió en 1471, aunque este hecho no está documentado. Sí se sabe, en cambio, con seguridad, que al año siguiente Johann Parix imprimió el Sinodal de Aguilafuerte, que pasa hoy en día, a falta de datos sobre otros, por ser el primer libro impreso español. El primer libro fechado impreso en España fue Comprehensorium de Johannes Grammaticus, que salió de la imprenta valenciana de Lambert Palmart el 23 de febrero de 1475. En los siguientes años, y auspiciados por la política cultural de los Reyes Católicos, aparecerían otros muchos libros, como la primera gramática española, la Gramática de la lengua castellana del humanista Elio Antonio de Nebrija, impresa en Salamanca en el emblemático año 1492, y que resultaría fundamental para la fijación de nuestro idioma. La imprenta llegó a América algo más tarde, en 1540, año en que comenzó a funcionar la primera en México. La edición de libros se inició en seguida y se multiplicó extraordinariamente, tanto en Nueva España como en el Perú.
Los impresores renacentistas italianos del siglo XVI establecieron algunas tradiciones que han sobrevivido hasta nuestros días. Entre ellas se encuentran, por ejemplo, la del uso de caracteres de tipo romano e itálico, de composiciones definidas o de portadas de cartón fino, a menudo forradas en piel. Utilizaban también las planchas de madera y de metal para incidir en ellas las ilustraciones y establecieron los distintos tamaños de los libros —folio, cuarto, octavo, duodécimo, 16º, 24º y 32º. Estas designaciones se refieren al número de páginas que se pueden conseguir plegando una gran lámina de papel en las imprentas. Así, una lámina doblada una sola vez forma dos hojas (o sea, cuatro páginas), y un libro compuesto por páginas de este tamaño se denomina folio. Del mismo modo, una lámina doblada dos veces forma cuatro hojas (ocho páginas), y el libro consiguiente se denominará cuarto, y así sucesivamente. Los editores europeos contemporáneos continúan utilizando esta terminología. Los libros renacentistas establecieron también la tradición de la página de título y del prólogo o introducción. Gradualmente, se fueron añadiendo a estas páginas las del índice de contenidos, la lista de ilustraciones, notas explicativas, bibliografías e índice de nombres citados.
Característica:
- · Un libro se compone de un número de páginas y tiene dos niveles capítulos y subcapítulos que aparecen en una tabla de contenidos navegable.
- · Cada página contiene algún tipo de contenido, habitualmente texto.
- · Los contenidos del libro pueden ser organizados en capítulos.
- · Se puede elegir el tipo de indexado del libro: sangría o numérico.
- Epígrafe: Se llama epígrafe el lema que, a modo de sentencia, pensamiento o cita de un autor conocido, viene a sintetizar la idea general o pensamiento de un libro o capítulo de éste.
Generalmente el epígrafe se inscribe debajo del título de la obra, o al principio de cada capítulo. Los antiguos escritores hicieron poco uso de los epígrafes, pero en el siglo XVI empezaron a prodigarse, continuando con profusión en la centuria siguiente. En el uso de los epígrafes se distinguieron en Italia en el siglo XVI Bembo, Varchi, Speroni y Vasari y en siglo XVII Marini, Gentili, Tesauro, Adimari, Bartoli, Doni y Giorio. Entre los franceses, apareció por primera vez el epígrafe el Diccionario de Trevoux.
Durante el siglo XVIII se usó poco, pero lo resucitaron a partir del siglo XIX, Walter Scott, Lord Byron y Fenimore Cooper. - Prologo:
Se denomina prólogo (del griego πρόλογος prologos, de pro: ‘antes’, y lógos: ‘palabra, discurso’) al texto situado al principio de una obra escrita, entre los documentos llamados preliminares, que sirve a su autor para justificar el haberla compuesto y al lector para orientarse en la lectura.